Dos amigas. Tan amigas que son hermanas. Unidas desde la infancia por un amor y una fidelidad inquebrantables. Compartiendo todo: juguetes, ropa, cigarros, colorete… Solo una sombra sobre su amistad:
“Mientras que una crecía confiada
Mimada por la vida y sonriente
La otra se sentía desgraciada…”
Despojamos a Fedra y Medea de sus peplos y sus túnicas azafranadas, y las traemos hasta la realidad de nuestros días, convirtiéndolas en seres aparentemente grises. Solo cuando surja el conflicto asumirán de pronto una fatalidad antigua, un sino trágico bajo cuya influencia arrasarán con cuanto se interponga en su camino. De fondo, Cádiz, una ciudad de perfil macondiano, donde todos los elementos cotidianos adquieren una dimensión mágica que presagia la tragedia: el perturbador viento de levante, anunciado por la flauta del afilador y por la presencia del circo en las afueras de la ciudad, el trino de los pájaros, el comentario en voz alta de los vecinos, repetido como una letanía…